2.9.07

Eclipse Lunar

No quería, pero desperté justo para ver el eclipse lunar en mi ventana... aunque, habría preferido ver, así no quisiera, las constelaciones de diminutos lunares que rebozan en tu espalda.

26.8.07

Morfeo sobre ruedas.

Los buses siempre llaman mi atención, por lo impersonal del trato, la pluralidad de personajes que entran en contacto estrecho al interior de ese casquete de metal, por esa atmósfera sórdida y desatenta. El más curioso en el que he montado no lo recuerdo propiamente por sus adornos cursis e imágenes religiosas, sino por ese bao tan tibio. Tenía que hacer varias diligencias en la tarde, soborné a un amigo con una invitación a un café si me acompañaba, no era mucho, ni tan lejos, por lo que aceptó sin regatear. A unas cuadras de mi apartamento estiré la mano como se usa para indicarle al obeso conductor del bus que preferiría montarme allí que seguir caminando. Era de esos buses pequeños, de no mas de 24 puestos, donde de estar parado la cabeza se inclina un poco para caber completamente, así mi estatura sea incluso menor a la del promedio. Antes de pagar sentí el calor, ya la máquina estaba en marcha y mi amigo y yo con la cabeza ladeada buscábamos equilibrio en nuestros pies. Nadie adentro se movía, lo que me asustó, el reloj rondaba las 4 pero los 2 niños, de tal vez 8 y 6, sentados en las piernas de sus madres estaban desnucados por el sueño. Un ronquido cual espasmo me forzó a mirar a la esquina donde un tipo de bigote aplastaba su cara contra la ventana. Dudé en afirmarlo, pero la tibieza del ambiente no se podía ocultar, mire uno a uno a los pasajeros y sus formas de dormir. Todos entregados al sueño, todos en movimiento sin estarlo, todos aportando boca abierta a esa atmósfera enrarecida. Los únicos despiertos éramos mi amigo y yo, para nuestra calma también el chofer del bus. Nos bajamos pronto en nuestro destino antes que se nos pegara el sueño del ambiente. Tal vez por lo extraño y confuso de lo ocurrido guardamos silencio por los minutos que siguieron. Éste se rompió con una carcajada cuadras despues, con la que comprobé que no estaba loco ni que lo había imaginado, pero todo fue tan absurdo que la única explicación coherente parecía ser, luego de discutirlo, que Morfeo decidió tomar el transporte público para llegar a su casa, que no respondía propiamente al por qué de la hora, o por qué en Bogotá, y dejaba el vacío de no haber visto la bolsa de arena en el piso del bus, pero igual agradezco que dejara despierto al chofer, pues no estaría contando esto en una sola pieza… a no ser, que el mismo Morfeo fuera quien estuviera manejando esa tarde.

13.8.07

Un mar por ti

-6125 fuerza canejo.
Encontró el sobre al abrir el portón de la casona, "En el mundo, -decía en caligrafía surcada por dolor- a partir de hoy, hay ocho mares. Siete que navegaron piratas y corsarios y, uno que lloré por ti; no para ti." y como punto final tenía una lágrima seca que arrugaba un poco el papel. -Cuentan los que sobrevivieron- dijo el abuelo abarcando el paisaje con un movimiento de brazo -que esa tarde fueron a buscarlo, temerosos que se hubiera suicidado luego de escribir semejante telegrama de dolor, partieron con un hacha la puerta de su casa, que contaba con un cerrojo enorme de casona vieja de pueblo y que de ningún modo cedía hacia el interior. Con el primer hachazo la puerta se quebró entera, de la casa salió un torrente de agua que inundó la calle y el pueblo completo incluido el campanario de la iglesia, ahogó a los que no lograron llegar a esa montaña de allá y formo la laguna que están viendo.- El mas pequeño de los niños que estaban atentos al relato no lo creyó -Parezze un lago cualquiedda,- dijo como pidiendo explicación -en la histoddia dijizzte que edda un mar.- su abuelo cabeceó un poco, pero sin ofenderse respondió -Igual lloró bastante, ¿no crees?- apretó los ojos para ver mejor mientras decía -y si miras bien, en el fondo sigue el pueblo. Además, toda la laguna es salada, cosa que tampoco es normal- Violeta, que no era la mayor de grupo preguntó por la mujer de la historia -y, ¿Ella se salvó?- esperó la respuesta poniendo esa carita de sorpresa que las niñas de su edad saben hacer -Si, si- afirmó su abuelo -aún sigue viva.- El más pequeño, sin estar convencido, le replicó que cómo lo sabía -Porque- dijo el viejo con una sonrisa orgullosa y averiada -me casé con ella, es tu abuela, que conserva la carta para recordar que nunca se debe llorar tanto en vano.-

7.8.07

Escena final.

Con la primera estocada él despertó, por el dolor.
En la tercera puñalada,
ella vio cómo con los ojos desorbitados se le escapaba, a Pablo, la vida por la boca.
Con sorpresa, Pablo se encontró solo en la cama,
revisó confundido su cuerpo ileso. Se sacudió un poco el sueño moviendo la cabeza y, oyó un ruido fuera del cuarto.
Lo siguió hasta descubrir la fuente de los sollozos ahogados,
que pretendian ser discretos,
en el baño del pasillo.
Prendió la luz y,
vió a Jimena acurrucada en un esquina,
con su pelo enredado, enloquecido y empapado por las lágrimas,
tratando de esconder tras su espalda el cuchillo que siempre clavaba en las pesadillas de Pablo;
pero que esa noche,
como tantas otras,
como todas en las que Pablo veía su escena final,
no había encontrado el coraje para usar.

29.7.07

Alicia

"...darle por nombre Cassanova a un personaje, ahorra muchas explicaciones."
Adolfo Bioy Casares
Yo creí que era solo un país- le dije mientras me llevaba manejando a su casa- es más como el otro mundo – respondió conservando el carril izquierdo - ¿cómo la muerte? – reclamé, me miró con algo de picardía... y suavizando su expresión preguntó - ¿siempre te pegas tanto a las letras? – No lo puedo controlar – respondí.

Odio volar, desde que era niño, prefiero la incomodidad de los buses a la rapidez de los aviones; pero de excepciones se trasnocha la conciencia así lo que hagamos sea inevitable. Sentado en el puesto 13D la vi, cualquiera mataría, con una azafata así de linda podía haber problemas, dio las instrucciones de seguridad, me sonrío y siguió con su trabajo, cualquiera que éste fuera. Pasada la primera hora del viaje trasatlántico que ya no podíamos detener, sirvieron las primeras bebidas, pedí un vaso con agua y ella en su uniforme y delantal oscuro lo sirvió amablemente, no pude evitar seguirla cual animal hambriento clavando la mirada en ella hasta que atendió a los de la fila 22, más de eso habría sido enfermo. Me recliné para dormir, de cuando en cuando abriendo un poco el ojo izquierdo para vigilar el pasillo. Me despertó un, ¿Quisiera algo más?, salté volviendo a la realidad y la vi retirando el tercer vaso de agua vacío de mi bandejita -Si, - respondí - tu nombre...- se sonrojó y dijo- Alicia, y te traigo otro vaso de agua enseguida- quedé perplejo, pero no me importó.

En la última curva ya quería llegar a descansar, parqueó el carro en el anden de enfrente y me invitó a seguir, me ofreció algo de tomar - ni un vaso de agua más Alicia, por favor- dije sin pensar, se rió de esa forma tan suya y tierna que me empezaba a volver loco. Ya en la sala me concentré en el reloj de pared que giraba en sentido contrario, aunque sus números estaban organizados de modo que funcionara, nunca me acostumbraría. De mi oriente llegaba el atardecer y nos sentamos en la mesita del patio que estaba rodeada de hojas secas. - Y entonces... – comencé a preguntar de nuevo, - ¿las botellas - enfatizando con una mueca apretando la lengua con los dientes - se destapan en la dirección de las manecilla de ese reloj? - se demoró en responder, pero conservando un tono burlón dijo - ¿vas a dejar de preguntar bobadas?, primero acéptalo, no es tan grave, – tomó un sorbo de jugo como pausa –decide no volver y listo, es cosa de costumbre.

La sobredosis de agua hizo efecto, cuando me dirigía al diminuto baño del avión Alicia me bloqueó el paso – Si señor- dijo sin que yo preguntara nada – en el baño del Otro lado del avión- la miré confundido, sólo para que terminara diciendo – lo que busca está en la esquina del espejo.- y se fue a atender a una señora de la fila 17. Me encaminé al baño mas alejado de mi puesto como ordenó. Ya libre de cargas, interactuando con el lavamanos comencé a leer todos los letreritos de información que ese reducido espacio proporcionaba, pise allí para el agua, no arroje desechos, prohibidísisisísimo fumar, siga el conejo blanco… lo leí varias veces para confirmarlo, siga el conejo blanco, me sequé las manos y me miré en el espejo, en la esquina derecha había un sticker trajinado del logo de Playboy, al no creer en la coincidencia puse mi mano sobre el espejo y lo sentí líquido, lo atravesé por completo sin dudar y quedé frente a una pantallita que proyectaba el supuesto reflejo del baño del avión en una bodega estrecha. Salí para reencontrarme dentro del avión, de la bodega salieron 2 personas mas en lo que quedó del viaje, una de ellas fue Alicia. Sonrió un poco, se acercó al puesto 13D y prometió explicaciones en el camino.

Fue a la cocina por mas jugo, le pedí que me dejara hacerle tan sólo una pregunta mas – Pero… - seleccioné mis palabra con cuidado – intenté muchas veces atravesar el espejo de mi cuarto… – puso atención mientras servia los vasos atenta de no regar nada – entonces ¿por qué nunca había llegado hasta aquí? – tenía un tono de melancolía en el fondo, infinidad de intentos perdidos para escapar del cuarto en mi niñez – sencillo –respondió como aliviada – no todos los espejos son portales… digamos que ya no quedan tantos, los primeros casi siempre lo eran, los que quedan tienen la pantalla que viste y la cámara, para evitar que alguien cruce por error – quedaba sólo la luz de un farol en medio del patio, la luz daba una sombra que hacía pensar que estábamos muy cerca - ¿y yo no crucé por error? – indagué confundido - habías dicho que la de los espejos era la última – respondió, frunció el ceño y con una mueca dijo - ¿te quedas o no? – sonreí mirando el fondo del vaso, suspiré sin esperanza y concluí – como lo veo, me tocará aprender a leer al revés entonces… - miró de reojo para decir – siempre pegado a las letras – apretó los labios y estalló en una carcajada, riéndose de esa forma tan suya y tierna que me empezaba a volver loco, caminó hacia la sala y me invitó a seguir, ya empezaba a hacer frío en el patio y adentro de la casa quedaba un poco de calidez.

25.7.07

Lejanía... literal.

-a Juanita, no Fona... éste no es para ti.-

-Tu culo, - le escribí, en esto de las conversaciones virtuales cualquier insulto escrito puede pesar, pero no era un insulto, era como mi muletilla preferida a modo de reclamo – ¿Culo? – respondió – si yo no tengo culo – me reí de tal manera que salpiqué de babas la pantalla, nadie es tan sincero cuando escribe por estos medios – literal...- puntualizó. En mi cabeza armé todo un complejo que se debatía entre una historia trágica muy retorcida o una aclaración para auto flagelarse, cosa tan femenina que sonaba como posible explicación. - ¿cómo es eso? – indagué - ¿cómo es qué? – respondió. No nos conocíamos en realidad, ella no era mas que lo que me escribía que era, existía sólo en sus mensajes. Llevábamos en esto ya casi más de un mes, apareció un día sin avisar, con un mensaje que me dibujó una sonrisa y 5 días después con una respuesta más ingeniosa que la primera que yo di, un bonito comienzo. – cómo es eso de “literal”- le envié - saltemos el tema ¿vale? – a tal respuesta me decidí por la auto flagelación, error, en una cadena de errores.

Después de tiempo de contarnos lo que conformaba nuestra rutina, sin incluir muchos detalles, sólo pensamientos y puntos de vista, una que otra anécdota, pero igual con mucho de irreal; la imagen que tenía de ella se alimentaba sólo de sus respuestas y de sus preguntas incoherentes. Entre burlas surgió la invitación, quedamos de encontrarnos para romper el hechizo donde me pareció justo, en la biblioteca de la universidad, yo jugaba en casa. A la hora acordada la esperé, la esperé en las escaleras de la entrada... la esperé en la sección de literatura, digamos que después de eso la busqué, más que esperarla, ¿pero como iba a saber como era ella sin las letras? pensé. Ya jadeando, de subir escaleras, me rendí, fui directo a uno de los computadores disponibles tras la hemeroteca. Ella estaba conectada – GRACIAS POR HACERME PERDER TIEMPO!!!! – le “grité” – Tu fuiste el que me hizo perder el mío, llevo esperándote desde las 4 - respondió - ¿¡QUE!? – acordamos que a las 4 nos encontrábamos en la biblioteca, no? – la ira no me dejaba pensar, creí nos íbamos a ver, no que repetiríamos la rutina de letras y demás. – tengo que confesarte algo – continuó escribiendo, aún sin disculparse – Soy un fantasma – la tapa, esa si que no me la iba a creer, ahora me sale con que no existe y ¿vale mas buscar fantasía en programas de TV des-modados de fantasmas que escriben, que mi tiempo? – deja de decir estupideces... ni siquiera asustas – le escribí como respuesta, no se me ocurrió nada más, por la rabia, igual, lo último fue dicho para devolvernos a modo rutina a las incoherencias y para suavizar mi tono – habíamos quedado en que los detalles no eran importantes, - respondió - igual ya me tengo que ir, apareceré en tu pantalla en la noche, como de costumbre.-

Saqué unos libros que necesitaba, me encerré a estudiar cuando llegué a mi apartamento, no quería hablar con nadie. Por un tiempo me alejé del computador, valía mas mi orgullo, pero soy confeso adicto a los círculos de amistad virtual y ficticia, al voyeurismo legítimo, a la cercanía digital; el impulso duró unos días menos de lo planeado. Para mi sorpresa encontré una disculpa, de ella, en mi correo electrónico había un mensaje suyo, recibido la noche que perdí mi tarde en la biblioteca, ella no había podido ir porque su gata se enfermó, se conectó para disculparse, conciente de mi adicción a estos aparatos sabia que yo recurriría a los computadores de la biblioteca; pero decidió jugarme una... una que no salió muy bien al parecer. Esperé la noche para que se conectara – Mucho tiempo sin leerte – me reclamó sin animo alguno – pero volví... – le contesté.

Sin ponernos de acuerdo nunca se pensó en otra invitación, ni se nombró más mi escena en la biblioteca, sus historias son tan sentidas que la frialdad de un fantasma no encaja en ese cuadro, su gata ya está mucho mejor aunque, ahora es más consentida y, pareciera que aun existe sólo en la pantalla del computador... literal.

24.7.07

Alma de papel.

Cuando se rasga el alma es dificil pensar en cosa distinta, porque en lo único que puedo pensar es ¿En que forma se rasga el alma?, es algo completo, de ello no hay duda, no podría decirse que existe manera de rasgarle una punta al alma, una esquinita nada mas, o que es posible detenerse a mitad de camino de... de, ¿De donde?... del centro, se rasga desde el centro claro, cabría afirmar que es desde ese punto donde pensamos que está el corazón hacia afuera, pero un afuera ladeado... un afuera que sigue su rumbo hacia un borde lateral e inferior, con la mano empuñada en el pecho rasgando en diagonal, o en diagonal hacia arriba podría ser, como queriendo llegar al hombro derecho... en diagonal en todo caso, mi alma se rasga en diagonal.

3.7.07

Alma vendida... nadie como Fausto.

La noche seria larga, por la ansiedad, en el a mañana emprendería la prueba que se prometía cumplir anualmente en un lugar distinto del mundo, sólo para probar su teoría. Despertó en un cuarto no muy amplio de muebles lisos y adornos en acero inoxidable, se lavó las manos para quitarse el olor a azufre que ya consideraba cliché. Optó por vestirse de marca y con cierta elegancia para pasar inadvertido y se fue a buscar a su victima del día. Decidió buscarla en el metro, el tumulto lo ocultaría, y el tránsito frenético le daría una buena gama de donde elegir. La señora gorda de zapatos de flores no lo convencía del todo, quizás pediría algo fácil, mucho dinero, un perro entrenado, si mucho un titulo profesional u otro deseo reprimido fruto de su sumisión perpetua. Recorrió el perfil de cada uno de los futuros pasajeros. Encontró al perfecto candidato antes de cumplirse las 9 en punto. Lo vio bajar las escaleras con asco, la sola cara de desprecio que puso por tener que esperar al lado de un viejo que podía olerse a leguas lo confirmó como el indicado. Tal vez, éste si pediría algo decente, algo grande, para recordar... aunque, nadie en estas tierras lo creía posible, a él, ni a su mágica e inesperada aparición... ¡Escépticos!

Se montaron al tren expreso hacia el sur, la señora gorda acompañada de otra que de forma innegable era su hermana se montaron primero, la turba se acomodó, el ruido de los otros trenes y de la puerta cerrándose enmudecieron el bostezo del borracho que había atravesado la noche durmiendo en el vagón. Todos empaquetados, con ese sentimiento de bolsa de chocolate fóbica al calor que de igual manera conoce su derretido destino, cada personaje en su burbuja, un subcosmos de entidades. Se acomodó en el fondo sosteniéndose de la barra central de donde tenía una visión clara de su víctima. Como lo sospechó nadie se dio cuenta de su presencia, si acaso, sentado a unos cuantos pasos de donde estaba, un inmigrante dominicano, de camisa azul y bigote, que desde que entró contrajo todos sus músculos por su presencia, y casi al borde de las lágrimas recitó un rosario moviendo tan solo los labios apretando la cara en una mueca de dolor... seguro, si salía ésta contaría su historia con valentía, involucrando un truco o alguna oración al revés.

El momento llegó, a 5 minutos de la parada en la estación central, hizo que las luces titilaran, primer de modo sutil, primer apagón, el tren seguía moviéndose, luz de nuevo y nadie extrañó la presencia del borracho narcoléptico y del dominicano, segundo apagón, ni un susurro, luz en el vagón y sólo la mitad de los pasajeros que embarcaron con la señora gorda y su hermana, el tercer y cuarto apagón fueron rápidos pero no tanto como para enceguecer, luz y en el vagón quedó un tipo de corbata y zapatos finos sentado en un extremo y otro parado al final del vagón, un tipo de quien existían infinidad de historias, hoy se mostraba de ropa elegante y de marca, facciones ásperas adornadas por una sonrisa sutil, y sus manos, por habérselas lavado esa mañana hoy, no olían a azufre. El tren disminuyó su velocidad, el sujeto de corbata se levantó indiferente. Tomó aire y comenzó a decir en tono solemne – Incrédulo, frente a usted está la posibilidad última de... – el tren frenó y el tipo sin prestar atención comenzó a salir - ¡¿A dónde va?!, ¡Inepto! – con la cara de desprecio que usaba a diario se digno a reprochar – No me moleste imbécil, tengo cosas que hacer. – con paso acelerado se alejó, por la distancia le gritó desde la puerta del vagón, con eco pues también había vaciado la estación – Le ofrezco cualquier cosa a cambio de su alma - el individuo de corbata se volvió con rabia- tengo que trabajar, y cosas en que pensar, si necesita cambiar algo, o que le dé limosna, déjeme tranquilo- dijo esto, arrojó algunas monedas y abandonó la estación con prisa. Con un suspiro sulfurado uno a uno fueron apareciendo los pasajeros del tren y los que debían estar en la estación, sin ser concientes de lo que pasó cada quien siguió su camino, incluido el infartado dominicano que ahora se persignaba con devoción.

Lo comprobó de nuevo, se sentó en una banca frustrado y con rabia, un año más de evidencia, igual prometió intentarlo el año siguiente, era un hecho que en este siglo sólo a los gringos los secuestran los extraterrestres y sólo a los latinoamericanos se les aparece el diablo, quizás sean los únicos que aún no han vendido explícitamente su alma y por ello todavía la celan y la conservan. Despertó en algún lugar Caribe, donde se sentía a gusto, se preocupo por encontrar su sombrero y buscó adormilado donde lavarse las manos para quitarse el olor a azufre... que consideraba cliché.

30.5.07

El padre de Andriy (Ultiam entrega!)

Nota: Leer las enregas anteriores (1.2.3), haz click en la etiqueta Fraccionadu, para encontrarlas mas fácil.
Zeljko me encontró llorando enrollado en el piso como un niño, me invitó a desayunar y no preguntó nada hasta entrada la mañana. Di pocas explicaciones, sobre haber estado secuestrado y no muerto, la celda inmunda donde estuve enclaustrado, etcétera, omitiendo, claro, detalles específicos de su ubicación, mis sospechas y de los planes que se iban arrumando en mi cabeza con cada mordida al pan duro que muy gentil Zeljko me había convidado. Luego de agradecer por un rato y permaneciendo sombrío y distante partí hacia la plaza central, en la iglesia me entrevisté con el párroco, que entre otras cosas por la amistad que tuvimos desde chicos no dejó de temblar asombrado de mi regreso… de mi regreso y con semejante relato. Le pedí el favor por el que vine – Toma éste… – dijo sin dudar, se quitó del cuello un pequeño crucifijo en plata y lo soltó en mi mano – asentí firme con la cabeza, me bendijo y me preparé para lo peor. El pueblo cuenta con tan solo 1 estancia, una tosca taberna atendida por una voluptuosa mesera, que asigna las 4 únicas habitaciones sin dueño en el pueblo a modo de hotel. La número 3, pensé, siempre me persigue… nada estaba muy claro hasta entonces, mi cabeza todavía no conectaba todos los cables, sólo esperaba que Gavranicic viniera por mi esa noche… ya me había encontrado una vez, tal vez tenia olfato de perro, no tardaría en dar conmigo de nuevo. Me desvelé por la ansiedad, el cuartucho, que sólo contaba con una vela y una mesita al lado izquierdo de la cama me fue consumiendo con cierta claustrofobia, en algún momento cercano a media noche los recuerdos comenzaron a golpearme, uno a uno, Nicolai, Andriy, imágenes del colegio en llamas, imaginé mi casa en llamas, ésta inmunda celda, el viento apagó la vela, en ese momento fue que sentí el pinchazo. Recogí mi brazo izquierdo por el dolor inmenso que me acogía, que me desgarraba por más que lo apretara contra mi cuerpo sin entender porque además me quemaba el pecho literalmente. Arranqué el crucifijo envolviéndolo en las sábanas y vi como una silueta se abalanzaba sobre mi desde la puerta, pude esquivarlo para mi sorpresa, levanté la mesita y la partí en su espalda, Gavranicic se incorporó con furia y continuó atacando, haciendo reclamos sobre su hijo, sobre como yo lo había matado, sobre como le había robado a su nuevo hijo y como había acabado de la misma manera con él. Los golpes hacia él fluían certeros, para mi sorpresa, ahora luchábamos en igualdad de condiciones, sin pensarlo levanté la cama de roble en la que supuestamente intenté dormir y la descargue en su cabeza destrozándola en centenares de astillas. Sin gritos, sin dolor, tan solo con tropiezos continuó el embate, caí al suelo consecuencia de un golpe con su codo, recogí una de las patas astilladas antes de incorporarme y con parsimonia viré hacia mi izquierda, para que Gavranicic siguiera de largo y con la fuerza del giro incrusté la pata de la cama en su espalda dejándolo caer de bruces en dirección contraria a la que yo me dirigía. En el piso, en silencio de la noche, comenzó a desvanecerse con el sonidito áspero con el que perdí a Nicolai esa mañana. Miré mi brazo, dos agujeros no muy profundos se acomodaban dibujando una mordida… la luna estaba llena, no tenía heridas a pesar de la vigorosa pelea, mi piel estaba de este pálido-verduzco y el contorno de mis orejas empezó a afilarse, entendí todo al no ver mi reflejo en el vidrio de la ventana.
Volví al castillo de Gavranicic antes del amanecer, porque era el único lugar donde podía huir de la luz del sol y vivir de manera digna, no se porqué me cuento esto, tal vez para no olvidarlo, desde la celda donde empezó todo, extrañando mi reflejo en los espejos, el amanecer desde la montaña, la risa de la gente cuando está despierta, el olor de las mañanas y el incandescente calor de medio día, me pudro viviendo en la casa del maldito que me quitó la vida… o peor aún, en la del vampiro a quien yo terminé quitándole todo en su desvida para hacerla mía.

13.5.07

El padre de Andriy (Tercera entrega)

Nota: Leer Primera y Segunda entrega, haz click en la etiqueta Fraccionadu, para encontrarlas mas fácil.
¡Nicolai! – dije sorprendido - ¿Papá estás bien?Ya he sentido hambre, sueño y frío antes – le respondí. Con un leve clic en la cerradura me preparé para correr. Tuvimos un segundo para un breve abrazo, pues si me cabeza no me engaña pasé casi un mes dentro de éste cuartucho inmundo, - Siento la demora – se disculpó Nicolai sin modular de ninguna manera su voz- hay demasiados calabozos en este castillo y sólo pude revisar unos cuantos por noche- Pasamos un comedor de 14 puestos con mantel vinotinto raido por las ratas y por el tiempo - ¿Castillo? – indagué, redujimos el paso con una señal que hizo con su mano- es una fortaleza, creo, por lo que entiendo es una montaña hueca donde el Señor Gavranicic construyó éste castillo – miró a su alrededor y como buscando respuesta entre los objetos antiguos y oxidados que en perfecto orden nos veían diminutos al final del pasillo afirmó – creo que si él lo hizo solo, tuvo que utilizar algún tipo de magia, o alguna otra cosa… ha sido muy amable conmigo igual, pero yo creo que está loco – llegamos a un lobby espléndido, iluminado por pocas velas, cada una muy alejada de la otra, cruzamos una puerta doble y tras cerrarla con cautela llegamos al exterior por otra muy pequeña y camuflada que nos dejó a merced de la noche. Reconocí la zona enseguida, estábamos a 5 minutos de la trocha que nos llevaría al pueblo- Donde todos deben creer que estamos muertos – puntualizó Nicolai luego que le dije mi plan- la noche en que el Señor Gavranicic vino por mí, mató a mamá y quemó la casa luego de salir conmigo de la mano – quedé en shock, un escalofrío me azotó de un latigazo toda la columna, sentí más de una lágrima formarse y como si prensaran mi alma dejándola tan arrugada como para desecharla como una carta vieja y dolorosa; Nicolai seguía inmutable, y continuó así en el resto del relato, sus palabras eran frias y noté un brillo extraño en sus ojos y en su piel.. sólo que reprimí cualquier conclusión hasta no estar a salvo - ¿y no vendrá tras nosotros?- pregunté- dura casi toda la noche velando a su esposa y a Andriy en uno de los cuartos, se dará cuenta de mi ausencia poco antes del amanecer- dijo, y no volvió a decir nada nunca más. Llegamos en el tiempo que estimé mas el tiempo que perdimos entre escondite y escondite y una que otra parada para descansar, la falta de comida, buena al menos, me tenía en un estado moribundo y sin energía alguna, el sol no se veía todavía en el horizonte cuando toqué en la puerta de Zeljko, el dueño de la casa que cerraba el pueblo, un viejo bondadoso y de manos curtidas por años de trabajar de matarife, tardó un buen rato en abrir – Parece que estuvieras viendo un fantasma- le dije al ver los ojos desorbitados que puso cuando abrió la puerta – necesito esconderme en el solar por unas horas , ¿me harías ese favor? - cortó el hielo con un abrazo nostálgico y nos invitó a seguir. Nos acomodamos con las cobijas que Zeljko amablemente nos prestó, para que durmiéramos en el cuarto de herramientas. Poco a poco comenzó a salir el sol… me despertó un sonido áspero, constante pero muy tenue, un susurro casi, vi a Nicolaí sentado de piernas cruzadas mirando concentrado hacia la ventana, vi como al tacto de la luz del sol se fue convirtiendo en polvo, vi que nisiquiera cambió la expresión de su cara mientras se demoronaba, lo vi desvanecerse hasta que no quedó ningún rastro de él en el cuarto de herramientas.

El padre de Andriy (Segunda Entrega)

Nota: leer primero, "El padre de Andriy (primera entrega)..y perdón por la demora

¿Qué?, pensé, el pánico me puso a temblar los tobillos- Seré breve señor Serhiy – continuó si quitarme la mirada de encima – ud me quitó algo y será muy difícil traerlo de vuelta, por lo que sería mas fácil si dejara de temblar y me entregara a su hijo. – hizo énfasis en las últimas palabras, las masticó de modo muy pulido, y las pronunció de tal manera que sentí que me estaba dando una orden – Lo siento Señor… como diga que se llame… - Gavranciceso, eso, pero es muy tarde, tarde en la noche como para aparecerse en mi puerta a hacerme reclamos… que esté muy bien. - Atajó con su mano derecha la puerta que yo intentaba cerrar en su cara, y asomó su faz verdusca y puntiaguda en el filo que seguía abierto. – No se desespere Señor Serhiy, le dije que sería breve – dejó de forcejear sobre la puerta y terminó diciendo – vendré por su hijo en la noche de mañana – El portazo, pues haló con fuerza desde afuera, dejó un leve sabor a madera en mi cara por el golpe que recibí. La ira me dejó sonso y decidí perseguirlo, cosa que hoy no me explico la razón, tal vez fue esa espina de pensamiento que se clavó en mí desde entonces, yo quise ayudar a Andriy, nunca tuve intenciones ni forma de matarlo. Faltaban pocos días para luna llena, aunque igual el monte entero se blandía con una hermosa luz plateada, avisté a Gavrancic a los pocos minutos y aceleré el paso. Zancadas largas pero llenas de sigilo porque el rifle en mi espalda sonaba como un posible delator. Pisé una rama corta que rodeada de silencio sonó de manera estruendosa, Gavranicic, que no estaba muy lejos, con un aire acompasado y sereno miró hacia donde yo estaba, ciego e inexpresivo me observó escudriñando el vacío sin verme y siguió su camino al no encontrar nada. En un momento se perdió tras un árbol de tronco muy ancho, me levanté dejando atrás un arbusto que tenía por escondite y acomodándome el rifle iba a comenzar a correr cuando algo me tiró del hombro, di media vuelta de modo muy brusco, sin control, se enredaron mis piernas, y mientras caía de espaldas sentí como su puño se incrustaba en mi cara. Me levanté con impulso para tumbarlo pero con parsimonia de torero me esquivó solo para darme otra estocada, peleé inútilmente, cada golpe que asestaba parecía divertirlo y no realmente hacerle ningún daño. Alcancé el rifle que había dejado caer en algún punto y al disparar sentí su mano estrangularme, su cuerpo ahora relleno de perdigones no se inmutó, me levantó con fuerza y me lanzó muy lejos de allí. Desperté en éste cuarto inmundo, sin ventanas ni ventilación alguna, extrañaba los olores familiares y la limpieza de cierta forma, algo de comida tal vez… volví a contarme esto desde aquí porque todavía no entiendo como sucedió todo. Hace una semana sentí a alguien en el pasillo, a una hora extraña, igual la comida aparecía con precisión escalofriante, pero sin ruido ni la presencia de nadie… algo aún más aterrador. La pequeña ventanilla en la puerta se abrió despacio… si Gavranicic hubiera asomado su verde cara le habría escupido, lo habría hecho sin pensarlo; pero no era él quien estaba al otro lado de la puerta.

5.5.07

Miedo a volar.

Sabe lo que le está pasando, lo que no está muy seguro es como y más importante aún ¿desde cuando? - ¿Se siente bien? – le pregunta la azafata con cara de angustia - Si, si… - responde muy sereno – solo que le tengo miedo a volar, nada que vaya a matarme ¿cierto? – Buscó respuesta revisando su recorrido, hacía pocas horas estaba descansando en su estudio, el teléfono, la puerta, el celular, los 3 llamaron al tiempo. Optó por el último – ¡MIGUEL! – dijo la voz al otro lado – ¡Sigues vivo Hijodeputa, Sigues Vivo! - pero que no te alegre tanto – replicó adormilado – ¡Sal de ahí! – jadeando por la ansiedad- Dejé mi carro en la cuadra del parque , tiene las llaves puestas – la voz se alejó un poco- no, no, ¿perdón?, nada, paseaba un poco …(_Clic_). La puerta sonó otra vez, un poco impaciente el último golpe, por su celular llamó al número que tenía anotado en la planta del pie marcándolo al revés, - ¿y estaba lloviendo? – contestó una voz inexpresiva - Sólo debo esperar a que vuelva el sol – respondió- ¿Miguel? – y antes que éste dijera siquiera una sílaba la voz puntualizó - lo siento, no podemos hacer nada al respecto (_Clic_) . La puerta de nuevo, salió acurrucándose por la ventana, calló al perro de la vecina, ya estaba en la calle… a correr. Sobre la calle del parque estaba el carro, Diego estaba adentro atravesado entre el puesto del conductor y el copiloto, con cara de hipo cortado, su corazón sin latir y cubierto de trocitos de vidrio de lo hasta hace poco fue el parabrisas. A correr, llegó al Hotel Imperial a menos de una cuadra, en el lobby preguntó por la cajuela 342 fingiendo calma – La vaciaron hace pocas horas- respondió el muy pulcro empleado con cierta parsimonia. Tomó un taxi a la entrada – Al aeropuerto por favor, lo más rápido que pueda… - pensó en la situación, era previsible claro, pero técnicamente no corría ningún peligro, al menos eso le habían dicho los hombres que fueron a visitarlo después de todo lo que ocurrió, por eso le dieron ese teléfono, pero ya había agotado ese tipo de ayuda, eran ellos, o otros, deseó nunca haber tomado esas fotos, no pudo evitarlo, estaba allí, tenía que hacerlo, era su deber, pero igual ninguno de los que estaban en ellas conocían que había sido él, ¡¿Cómo diablos lo encontraron?!. – Un tiquete para Caracas- una señorita sonriente de nariz fina terminó de arreglar el papeleo y le entregó el pasaje. Evitaba el contacto con cualquiera, ellos ya tenían esas fotos pero igual nada garantizaba que estuviera a salvo, salidas identificadas, nadie sospechoso, nadie lo seguía, requisa, chequeo, sala de espera… victoria.

Ya en zona segura se antojó de un café, se quitó su chaqueta empapada de sudor de tanto correr y pidió un latte. Al recibirlo tropezó con un señor viejo de ojos claros que estaba detrás en la fila, reguero de café, mil disculpas formales, servilletas, cierta rabia pero sin rencor - Le compro otro café - no, no se preocupe, tranquilo la culpa fue mía después de todo, asintió y el empleado le entregó otro latte sin demora - Mucha suerte Miguel – le dijo el viejo luego de terminar el primer sorbo - ¿Se siente bien? – volvió a preguntarle la azafata mientras retiraba la taza de café para poder asegurar la mesa- Ya se lo dije- su corazón se aceleró, sintió una gota de sudor en su sien y como su brazo izquierdo comenzaba a adormilarse – le tengo miedo a volar, nada que pueda matarme ¿no?.

13.4.07

Páginas Frías

Dijo algo de modo inaudible y enredado, sacudiendo mi hombro adormecido intentó de nuevo buscando fuerzas en un “Papá, Papá… hay un dragón en mi cuarto…” Quedé cómo catapulta luego del disparo, aturdido y con vocación de mecedora. Acompañé a Daniel hasta su cuarto sin que hubiera quitado esos ojos como relojes de pared, redondos y sin parpadear. Empujé la puerta y ahí en medio vi una cosa lagartiforme, de un naranja intenso, escamas, rasgos felinos, para mi sorpresa no tenía alas, lo que le daba un aire de serpiente; pero con cierta gracia y orgullo semejante al de un caballo muy fino. Por sus colores, no le di importancia a la escarcha cerca de sus ojos y mentón, pequeñas gotitas de hielo disimuladas por un leve tiritar del animal. Al verme se aventó contra la ventana, una, dos, tres veces, el vidrio continuó intacto, contra la pared, el closet, el techo… todas las veces rebotando con un sonido seco y firme. Cerré la puerta y fui por una escoba, arma imbatible contra murciélagos, mariposas, cucarachas y otra sarta de bichos que puedan aparecerse… era perfecta. Entré corriendo, abrí la ventana en cuanto pude con la prolongación en madera que ahora tenia mi brazo y cuidando no tropezar con el baúl de los juguetes me zambullí debajo de la cama. Con un chillido, Daniel cerró la puerta. El dragón cargó contra la repisa de libros y las otras pocas cosas que aún conservaban su lugar usual, finalmente encontró la ventana abierta por donde salió volando. Solo pude oír los tropiezos y la ráfaga de viento que dejó en silencio el cuarto, ahora libre de dragones.
Entre el polvo y las tablas de la cama sentí la fuente del problema al lado de mi pierna, frente a la rendija del aire acondicionado había una copia de “Manual de Zoología Fantástica” abierta de par en par, con sus hojas bailando un poco por el susurro helado que salía de la rendija que estaba abierta por completo. Lo ojeé con la poca luz que llegaba a mi escondite. Daniel abrió la puerta, cuando oí un chillido distinto, un chasquido y la sensación de un gato afilándole las uñas con el tapete no muy lejos de mí… lento me contorsioné para ver la esquina de donde provenían los sonidos. La luz era poco menos que tenue, pero reflejaba unos ojos azul chillón, del tamaño de platitos para poner tazas de café, que me miraban con un temblorcillo sospechoso. “¿Qué otra criatura se habrá escapado del libro queriendo huir del frío?” pensé.

25.3.07

Voces en mi cabeza.

Ser zurdo pudo ser el problema, nunca aprendí a colorear y mi caligrafía fue desde entonces descrita como inmunda; pero eso sí, la señorita Peña me enseño a leer muy bien. Con gusto entendí como navegar entre las letras, las frases, construcciones de páginas ya fuera de libritos, cuentos, uno que otro artículo periodístico ya con el correr de los años, pero debo confesar, nunca lo logré con los poemas.

Leía todo lo que podía entender, de ello que mi imaginación estallara coloreando muchas cosas a mí alrededor, no solo por la complejidad de ciertos personajes o de historias irreales y fantásticas, sino también por el sinsabor de tramas inconclusas o argumentos cortados con fría sequedad.

Por entonces, nunca pude haber previsto encontrarme con la señora gorda del sombrero verde, pues pensé que la había imaginado nada mas; de horas en la sala con un libro entre las manos pasé a intentos de oratoria balconezca, que terminaron por transferir las tonalidades y entonaciones a mis lecturas mentales, haciendo que la exteriorización fuera a veces irrelevante, y llevarme en ocasiones a ni siquiera reconocer exactamente si era mi cabeza la que leía o mi instinto el que pateaba las palabras fuera de mi boca. Todo esto logró estandarizar ciertas voces para ciertas lecturas, dependiendo del género, de la intensidad que requería el texto, siempre constante a un mismo autor o invariable si devoraba un ciclo entero de temas afines.

En un cafecito que frecuento fue que la oí, a 4 mesas de distancia y riendo a carcajadas se encontraba una mujer grande, de voz duzona y con un horrendo sombrero de color verde. Su conversación con lo quien fuera que tomara mocachino era irrelevante, lo que me importaba era su voz. Era la misma voz pude jurarlo. Si hubiera tenido un libro cerca lo habría comprobado, pues era ella quien leía en mi cabeza, al menos la saga de escritoras latinoamericanas de hace 1 mes, pensé. Era ella o quizás solo su voz, pero no pude controlarme. Tropecé con una silla mientras me acercaba a su mesa hipnotizado por tan irremediable parecido. Devolvió mi sonrisa y con cara de sorpresa le pregunté sin dudar – Disculpe, ¿la conozco de algún lado? – Tal vez – Respondió – en La Página 63… ¿no cree? – Tomé mi chaqueta y salí, tropecé con otra silla, frustración, gente en la puerta, frío, andén, esquina, ¿y qué si era ella la que lee en La Página 63? ¿Qué si frecuento esa tabernucha bohemia, de nombre además estúpido, para oír sus lecturas los martes? Que disfrute como lee poemas en La Página 63 no le da derecho a vivir en mi cabeza, no le da ningún derecho, aunque bueno, no le da derecho pero por su voz tal vez la dejaría, la dejaría, si, claro, la dejaría pero… sin ese sombrero verde.

4.3.07

Dolor de muela.

!Ignórame entonces! - me dijo.
Ya tenia 10 años maldita sea, no entiendo como seguía pregutando estas cosas
- ¿Y porque cuando me caí de la bicicleta a mi sí se me cayó uno? - continuó ya sulfurándose un poco.
- Porque te pegaste, te pegaste Muuuuy duro - le respondí un poco seco
- Bha! - protestó, y con la risa entre las muelas dijo - y me vas a decir tambien, que si le sigues pegando al ajo de esa manera no se le van a caer los dientes.

22.2.07

El desusado arte de...

Me sorprendió oir, que una amiga señalara que vitrinear se constituía como su mas grande afición, pues me impactó saber que alguien en estos tiempos disfrutara del desusado arte de montar 2 trineos al mismo tiempo.

19.2.07

Ah! ¡Maldito Duende del demonio!

Todo comenzó con… no, esperen, esto no es tan simple… Digamos que era un cerdo, aunque no realmente, más bien vivía en el cerdo… Bueno, opino que es mas fácil aceptar que era un Duende. Cosas extrañas pasan en nuestra vida cotidiana que llegan a ser mas extraordinarias que cualquier puntito con vocación de OVNI en un canal amarillista. En mi casa estoy seguro que había aun duende. Nunca lo vi, es cierto, ni quise imaginármelo; pero su habilidad para esconder (y aparecer) cosas nunca dejará de sorprenderme. Si mis neuronas no me engañan supe de él por mi hermana. Pues, un día haciendo una maqueta, Juan, mi hermano mayor, le ayudó a desbaratar, armar y desarmar el apartamento entero buscando un pequeño pedazo de cartón, que luego de la exhaustiva búsqueda resulto ser que había estado en el punto exacto donde había faltado en principio… sobre la maqueta. Todo este tiempo, pensaría cualquiera, pero no hay duda que fue el Duende. No solo esconder zapatos y monedas era su hobbie, tal vez era su trabajo, y claro, devolvía las cosas solo si se le pedían amablemente. De un viaje a la casa cruzado con un paseo de domingo a Girón, mi hermana, en esas tiendas-cuchitriles de souvenirs transgresores a la vista por su explosión de colores, compró una alcancía de barro en forma de cerdo, inmunda de eso no hay duda, pero con una sonrisa explicó que sería perfecta para el Duende… (¡¿Ah?!) De vuelta al apartamento decoraron el cerdo, pinturas incluidas y pues claro, lo hicieron cumplir su misión como alcancía con las nuevas y circulantes monedas de mil pesos, tiempos aquellos. Todo el esfuerzo entorno al ahorro programado naciente por motivo del cerdo llevo a que el Duende continuara a gusto en el apartamento, paseándose, mas que todo ahora apareciendo cosas mas que escondiéndolas, pues como en cualquier cuento de hadas tenía una casa. La cual para ser sinceros duró poco, la inutilidad de las monedas de mil fue evidente poco tiempo después y se consumó como deleite de paladar en algún restaurante, después de, por ser un objeto de úsese y deséchese, partir el cerdo para sacarle las monedas. Cuando llegué a vivir al apartamento con mis hermanos ya habían pasado casi 2 años desde la ida del cerdo… pues con él se fue el duende. Aunque, hace unas semanas la repisa de mis libros se cayó sobre mi cabeza, mientras organizaba otra vez tanto papel empastado, cada vez que salía del cuarto juraría que los cerros de títulos cambiaban de puesto o por algún motivo no explicado terminaron 3 de Stephen King debajo de mi cama como asustados, lo culpé todo a mi mala memoria, lejos de pensar que él había vuelto. Esta mañana, m i hermana se levantó y el arete que había perdido la tarde anterior estaba colgado al cuello del caballito de madera en su mesa de noche. Con una sonrisa y medio saltando en medio del desayuno le contó a mi hermano que el Duende había vuelto. Sabes que lo pensé, le dijo mi hermano, ayer revolucioné el apartamento buscando una hoja que necesitaba urgente y solo hasta calmarme la encontré dentro de una revista. Al oír esto, me levanté de mi cama, aun con sueño y no de manera tan ágil, llegué a contarles mi episodio de los libros agregando, Yo pensé ¡Ah! ¡Maldito Duende del demonio!, ¡No le digas eso!, me cortó tajante mi hermana, no le gusta que lo insulten.

2.1.07

Sueños de Tungsteno (W)

Tomé aire con fuerza como cuando al fin se logra llegar a la superficie del agua después de una inmersión muy onda, erguido totalmente, aun respirando con dificultad, sentado en mi cama intenté recordar que estaba soñando, algo difícil tal vez, fantástico no sé, algo... algo aterrador. Retomé mi almohada y continué con mi sueño, al poco rato mis ojos volvieron a un estado similar al de un bombillo, probé dormir de nuevo e incluso con mayor rapidez me desperté, de manera reiterada, otra vez, repetidamente y una vez más y entre cada intento el tiempo se volvía cada vez mas corto, clic-clac tic-tac, llegó un punto en que ni siquiera veía imágenes ya , ni dormido ni despierto, sueño realidad sueño realidad sueño realidad ojos abiertos y cerrados abiertos y cerrados abiertos y cerrados; cuando mi intermitente despertar se tornó casi frenético, de lapsos inferiores a un segundo, con un abrupto suspiro final... caí fundido.