9.12.06

Entre ver y no ver (mi versión)

-Güey!.

Autobiográfica no realmente, pues, no es de mi de quien voy a escribir, en primera persona tal vez; pero igual... dejémoslo en no-ficción, o lo que comúnmente conoceríamos como realidad. De pequeño siempre fui un superhéroe, el hecho de colgarme una capa a diario era tan solo un aspecto más de mi rutina, con imaginación, si esta es sincera, nunca nada puede ser aburrido. Por eso creo que fue normal cuando empecé a ver puntitos encima de la cabeza de mis amigos y cuando el tablero de clase se convertía en un ciclón de letras borrosas, por aquello de leer no muy bien lo que intentaba decirme a tres puestos de la profesora. Juegos, dolores de cabeza y otras cosas me llevaron a un par de gafas que se fusionaron con mi cara desde el primer instante, algo que mi mamá nunca entendió bien, pues ella pudo leer el directorio telefónico sin dificultad por mucho mas tiempo que la gente normal. Con o sin mis gafas igual todo era divertido, con ellas percibía lo que todos entendían como lo que está... sin ellas, todo se mostraba tan sinuoso que para mi podría convertirse virtualmente en lo que yo quisiera. Poco a poco, eso que yo creía ver se materializó en pequeñas (o muy grandes) cosas, en formas específicas, permitiéndome verlas incluso con mis gafas puestas, en asuntos a mi alrededor, pero... nadie lo entendía, es difícil explicarle a alguien que hay una cara en el techo de su cuarto si tan solo considera que el techo no es mas que concreto o madera. Por ello, me permití reservarme las observaciones sobre mi mundo por un tiempo, convivía con estas figuras, su movimiento, sus colores y hasta su metamórfico dinamismo en una armonía inexplicable... me consuela realmente y me tranquiliza la conciencia saber que nunca me hablaron o decidieron perseguirme, eran parte de las cosas, cosas en las cosas, figuritas que pertenecían tan solo a mi entender. A algunos amigos que me dio el tiempo pude persuadirlos de ver ciertas cosas y de ello emprendí un proyecto a fin de mostrarle a todos que era lo que yo veía de mas. Así, armado de una cámara digital carente de conciencia, documenté los días, la cara caricaturesca en el extintor del bus, el cangrejo que formó una mancha de grasa en una caja de pizza, gotas de agua que eran pescados, piedras-perro y madera-máscaras... en fin, mi mundo y su pequeño plus visual.

Los domingos en mi familia se concentran alrededor de tan solo una cosa, pasta, la periferia es un ir y venir de preguntas y conversaciones generales nada anormal, todo sigue un mismo ritmo que presta de manera intermitente atención a la temperatura de la salsa y la cantidad a irracional de spaghetti que mi hermanito va a consumir al servir definitivamente. En uno de aquellos, poco tiempo después de terminar mi proyecto, lleve una pequeña muestra de las fotografías para presentarlas de manera oficial, a la cara de asombro de mi abuelo, un tipo serio, inimaginablemente bondadoso y perfectamente calvo incluso antes de casar a sus hijos, me decidí a explicarle el trasfondo de toda mi idea, de las figuritas, de las que debía buscar en las fotos “Ninguna en específico Debe verse... realmente la que veas es porque verdaderamente está allí” le puntualicé, miró las fotos por un largo rato, sonriendo entre cada una y finalizó con un silencio pensativo. Esperé algún tipo de reacción con una mirada inquisitiva a la que el correspondió entre abriendo su boca, como seleccionando muy bien sus palabras “Todas las mañanas desde donde me siento a desayunar,” dijo de manera pausada ”no se si te había contado..., veo una mancha en la pared que es igual a Clark Kent”