Con la primera estocada él despertó, por el dolor.
En la tercera puñalada,
ella vio cómo con los ojos desorbitados se le escapaba, a Pablo, la vida por la boca.
Con sorpresa, Pablo se encontró solo en la cama,
revisó confundido su cuerpo ileso. Se sacudió un poco el sueño moviendo la cabeza y, oyó un ruido fuera del cuarto.
Lo siguió hasta descubrir la fuente de los sollozos ahogados,
que pretendian ser discretos,
en el baño del pasillo.
Prendió la luz y,
vió a Jimena acurrucada en un esquina,
con su pelo enredado, enloquecido y empapado por las lágrimas,
tratando de esconder tras su espalda el cuchillo que siempre clavaba en las pesadillas de Pablo;
pero que esa noche,
como tantas otras,
como todas en las que Pablo veía su escena final,
no había encontrado el coraje para usar.
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