29.7.07

Alicia

"...darle por nombre Cassanova a un personaje, ahorra muchas explicaciones."
Adolfo Bioy Casares
Yo creí que era solo un país- le dije mientras me llevaba manejando a su casa- es más como el otro mundo – respondió conservando el carril izquierdo - ¿cómo la muerte? – reclamé, me miró con algo de picardía... y suavizando su expresión preguntó - ¿siempre te pegas tanto a las letras? – No lo puedo controlar – respondí.

Odio volar, desde que era niño, prefiero la incomodidad de los buses a la rapidez de los aviones; pero de excepciones se trasnocha la conciencia así lo que hagamos sea inevitable. Sentado en el puesto 13D la vi, cualquiera mataría, con una azafata así de linda podía haber problemas, dio las instrucciones de seguridad, me sonrío y siguió con su trabajo, cualquiera que éste fuera. Pasada la primera hora del viaje trasatlántico que ya no podíamos detener, sirvieron las primeras bebidas, pedí un vaso con agua y ella en su uniforme y delantal oscuro lo sirvió amablemente, no pude evitar seguirla cual animal hambriento clavando la mirada en ella hasta que atendió a los de la fila 22, más de eso habría sido enfermo. Me recliné para dormir, de cuando en cuando abriendo un poco el ojo izquierdo para vigilar el pasillo. Me despertó un, ¿Quisiera algo más?, salté volviendo a la realidad y la vi retirando el tercer vaso de agua vacío de mi bandejita -Si, - respondí - tu nombre...- se sonrojó y dijo- Alicia, y te traigo otro vaso de agua enseguida- quedé perplejo, pero no me importó.

En la última curva ya quería llegar a descansar, parqueó el carro en el anden de enfrente y me invitó a seguir, me ofreció algo de tomar - ni un vaso de agua más Alicia, por favor- dije sin pensar, se rió de esa forma tan suya y tierna que me empezaba a volver loco. Ya en la sala me concentré en el reloj de pared que giraba en sentido contrario, aunque sus números estaban organizados de modo que funcionara, nunca me acostumbraría. De mi oriente llegaba el atardecer y nos sentamos en la mesita del patio que estaba rodeada de hojas secas. - Y entonces... – comencé a preguntar de nuevo, - ¿las botellas - enfatizando con una mueca apretando la lengua con los dientes - se destapan en la dirección de las manecilla de ese reloj? - se demoró en responder, pero conservando un tono burlón dijo - ¿vas a dejar de preguntar bobadas?, primero acéptalo, no es tan grave, – tomó un sorbo de jugo como pausa –decide no volver y listo, es cosa de costumbre.

La sobredosis de agua hizo efecto, cuando me dirigía al diminuto baño del avión Alicia me bloqueó el paso – Si señor- dijo sin que yo preguntara nada – en el baño del Otro lado del avión- la miré confundido, sólo para que terminara diciendo – lo que busca está en la esquina del espejo.- y se fue a atender a una señora de la fila 17. Me encaminé al baño mas alejado de mi puesto como ordenó. Ya libre de cargas, interactuando con el lavamanos comencé a leer todos los letreritos de información que ese reducido espacio proporcionaba, pise allí para el agua, no arroje desechos, prohibidísisisísimo fumar, siga el conejo blanco… lo leí varias veces para confirmarlo, siga el conejo blanco, me sequé las manos y me miré en el espejo, en la esquina derecha había un sticker trajinado del logo de Playboy, al no creer en la coincidencia puse mi mano sobre el espejo y lo sentí líquido, lo atravesé por completo sin dudar y quedé frente a una pantallita que proyectaba el supuesto reflejo del baño del avión en una bodega estrecha. Salí para reencontrarme dentro del avión, de la bodega salieron 2 personas mas en lo que quedó del viaje, una de ellas fue Alicia. Sonrió un poco, se acercó al puesto 13D y prometió explicaciones en el camino.

Fue a la cocina por mas jugo, le pedí que me dejara hacerle tan sólo una pregunta mas – Pero… - seleccioné mis palabra con cuidado – intenté muchas veces atravesar el espejo de mi cuarto… – puso atención mientras servia los vasos atenta de no regar nada – entonces ¿por qué nunca había llegado hasta aquí? – tenía un tono de melancolía en el fondo, infinidad de intentos perdidos para escapar del cuarto en mi niñez – sencillo –respondió como aliviada – no todos los espejos son portales… digamos que ya no quedan tantos, los primeros casi siempre lo eran, los que quedan tienen la pantalla que viste y la cámara, para evitar que alguien cruce por error – quedaba sólo la luz de un farol en medio del patio, la luz daba una sombra que hacía pensar que estábamos muy cerca - ¿y yo no crucé por error? – indagué confundido - habías dicho que la de los espejos era la última – respondió, frunció el ceño y con una mueca dijo - ¿te quedas o no? – sonreí mirando el fondo del vaso, suspiré sin esperanza y concluí – como lo veo, me tocará aprender a leer al revés entonces… - miró de reojo para decir – siempre pegado a las letras – apretó los labios y estalló en una carcajada, riéndose de esa forma tan suya y tierna que me empezaba a volver loco, caminó hacia la sala y me invitó a seguir, ya empezaba a hacer frío en el patio y adentro de la casa quedaba un poco de calidez.

25.7.07

Lejanía... literal.

-a Juanita, no Fona... éste no es para ti.-

-Tu culo, - le escribí, en esto de las conversaciones virtuales cualquier insulto escrito puede pesar, pero no era un insulto, era como mi muletilla preferida a modo de reclamo – ¿Culo? – respondió – si yo no tengo culo – me reí de tal manera que salpiqué de babas la pantalla, nadie es tan sincero cuando escribe por estos medios – literal...- puntualizó. En mi cabeza armé todo un complejo que se debatía entre una historia trágica muy retorcida o una aclaración para auto flagelarse, cosa tan femenina que sonaba como posible explicación. - ¿cómo es eso? – indagué - ¿cómo es qué? – respondió. No nos conocíamos en realidad, ella no era mas que lo que me escribía que era, existía sólo en sus mensajes. Llevábamos en esto ya casi más de un mes, apareció un día sin avisar, con un mensaje que me dibujó una sonrisa y 5 días después con una respuesta más ingeniosa que la primera que yo di, un bonito comienzo. – cómo es eso de “literal”- le envié - saltemos el tema ¿vale? – a tal respuesta me decidí por la auto flagelación, error, en una cadena de errores.

Después de tiempo de contarnos lo que conformaba nuestra rutina, sin incluir muchos detalles, sólo pensamientos y puntos de vista, una que otra anécdota, pero igual con mucho de irreal; la imagen que tenía de ella se alimentaba sólo de sus respuestas y de sus preguntas incoherentes. Entre burlas surgió la invitación, quedamos de encontrarnos para romper el hechizo donde me pareció justo, en la biblioteca de la universidad, yo jugaba en casa. A la hora acordada la esperé, la esperé en las escaleras de la entrada... la esperé en la sección de literatura, digamos que después de eso la busqué, más que esperarla, ¿pero como iba a saber como era ella sin las letras? pensé. Ya jadeando, de subir escaleras, me rendí, fui directo a uno de los computadores disponibles tras la hemeroteca. Ella estaba conectada – GRACIAS POR HACERME PERDER TIEMPO!!!! – le “grité” – Tu fuiste el que me hizo perder el mío, llevo esperándote desde las 4 - respondió - ¿¡QUE!? – acordamos que a las 4 nos encontrábamos en la biblioteca, no? – la ira no me dejaba pensar, creí nos íbamos a ver, no que repetiríamos la rutina de letras y demás. – tengo que confesarte algo – continuó escribiendo, aún sin disculparse – Soy un fantasma – la tapa, esa si que no me la iba a creer, ahora me sale con que no existe y ¿vale mas buscar fantasía en programas de TV des-modados de fantasmas que escriben, que mi tiempo? – deja de decir estupideces... ni siquiera asustas – le escribí como respuesta, no se me ocurrió nada más, por la rabia, igual, lo último fue dicho para devolvernos a modo rutina a las incoherencias y para suavizar mi tono – habíamos quedado en que los detalles no eran importantes, - respondió - igual ya me tengo que ir, apareceré en tu pantalla en la noche, como de costumbre.-

Saqué unos libros que necesitaba, me encerré a estudiar cuando llegué a mi apartamento, no quería hablar con nadie. Por un tiempo me alejé del computador, valía mas mi orgullo, pero soy confeso adicto a los círculos de amistad virtual y ficticia, al voyeurismo legítimo, a la cercanía digital; el impulso duró unos días menos de lo planeado. Para mi sorpresa encontré una disculpa, de ella, en mi correo electrónico había un mensaje suyo, recibido la noche que perdí mi tarde en la biblioteca, ella no había podido ir porque su gata se enfermó, se conectó para disculparse, conciente de mi adicción a estos aparatos sabia que yo recurriría a los computadores de la biblioteca; pero decidió jugarme una... una que no salió muy bien al parecer. Esperé la noche para que se conectara – Mucho tiempo sin leerte – me reclamó sin animo alguno – pero volví... – le contesté.

Sin ponernos de acuerdo nunca se pensó en otra invitación, ni se nombró más mi escena en la biblioteca, sus historias son tan sentidas que la frialdad de un fantasma no encaja en ese cuadro, su gata ya está mucho mejor aunque, ahora es más consentida y, pareciera que aun existe sólo en la pantalla del computador... literal.

24.7.07

Alma de papel.

Cuando se rasga el alma es dificil pensar en cosa distinta, porque en lo único que puedo pensar es ¿En que forma se rasga el alma?, es algo completo, de ello no hay duda, no podría decirse que existe manera de rasgarle una punta al alma, una esquinita nada mas, o que es posible detenerse a mitad de camino de... de, ¿De donde?... del centro, se rasga desde el centro claro, cabría afirmar que es desde ese punto donde pensamos que está el corazón hacia afuera, pero un afuera ladeado... un afuera que sigue su rumbo hacia un borde lateral e inferior, con la mano empuñada en el pecho rasgando en diagonal, o en diagonal hacia arriba podría ser, como queriendo llegar al hombro derecho... en diagonal en todo caso, mi alma se rasga en diagonal.

3.7.07

Alma vendida... nadie como Fausto.

La noche seria larga, por la ansiedad, en el a mañana emprendería la prueba que se prometía cumplir anualmente en un lugar distinto del mundo, sólo para probar su teoría. Despertó en un cuarto no muy amplio de muebles lisos y adornos en acero inoxidable, se lavó las manos para quitarse el olor a azufre que ya consideraba cliché. Optó por vestirse de marca y con cierta elegancia para pasar inadvertido y se fue a buscar a su victima del día. Decidió buscarla en el metro, el tumulto lo ocultaría, y el tránsito frenético le daría una buena gama de donde elegir. La señora gorda de zapatos de flores no lo convencía del todo, quizás pediría algo fácil, mucho dinero, un perro entrenado, si mucho un titulo profesional u otro deseo reprimido fruto de su sumisión perpetua. Recorrió el perfil de cada uno de los futuros pasajeros. Encontró al perfecto candidato antes de cumplirse las 9 en punto. Lo vio bajar las escaleras con asco, la sola cara de desprecio que puso por tener que esperar al lado de un viejo que podía olerse a leguas lo confirmó como el indicado. Tal vez, éste si pediría algo decente, algo grande, para recordar... aunque, nadie en estas tierras lo creía posible, a él, ni a su mágica e inesperada aparición... ¡Escépticos!

Se montaron al tren expreso hacia el sur, la señora gorda acompañada de otra que de forma innegable era su hermana se montaron primero, la turba se acomodó, el ruido de los otros trenes y de la puerta cerrándose enmudecieron el bostezo del borracho que había atravesado la noche durmiendo en el vagón. Todos empaquetados, con ese sentimiento de bolsa de chocolate fóbica al calor que de igual manera conoce su derretido destino, cada personaje en su burbuja, un subcosmos de entidades. Se acomodó en el fondo sosteniéndose de la barra central de donde tenía una visión clara de su víctima. Como lo sospechó nadie se dio cuenta de su presencia, si acaso, sentado a unos cuantos pasos de donde estaba, un inmigrante dominicano, de camisa azul y bigote, que desde que entró contrajo todos sus músculos por su presencia, y casi al borde de las lágrimas recitó un rosario moviendo tan solo los labios apretando la cara en una mueca de dolor... seguro, si salía ésta contaría su historia con valentía, involucrando un truco o alguna oración al revés.

El momento llegó, a 5 minutos de la parada en la estación central, hizo que las luces titilaran, primer de modo sutil, primer apagón, el tren seguía moviéndose, luz de nuevo y nadie extrañó la presencia del borracho narcoléptico y del dominicano, segundo apagón, ni un susurro, luz en el vagón y sólo la mitad de los pasajeros que embarcaron con la señora gorda y su hermana, el tercer y cuarto apagón fueron rápidos pero no tanto como para enceguecer, luz y en el vagón quedó un tipo de corbata y zapatos finos sentado en un extremo y otro parado al final del vagón, un tipo de quien existían infinidad de historias, hoy se mostraba de ropa elegante y de marca, facciones ásperas adornadas por una sonrisa sutil, y sus manos, por habérselas lavado esa mañana hoy, no olían a azufre. El tren disminuyó su velocidad, el sujeto de corbata se levantó indiferente. Tomó aire y comenzó a decir en tono solemne – Incrédulo, frente a usted está la posibilidad última de... – el tren frenó y el tipo sin prestar atención comenzó a salir - ¡¿A dónde va?!, ¡Inepto! – con la cara de desprecio que usaba a diario se digno a reprochar – No me moleste imbécil, tengo cosas que hacer. – con paso acelerado se alejó, por la distancia le gritó desde la puerta del vagón, con eco pues también había vaciado la estación – Le ofrezco cualquier cosa a cambio de su alma - el individuo de corbata se volvió con rabia- tengo que trabajar, y cosas en que pensar, si necesita cambiar algo, o que le dé limosna, déjeme tranquilo- dijo esto, arrojó algunas monedas y abandonó la estación con prisa. Con un suspiro sulfurado uno a uno fueron apareciendo los pasajeros del tren y los que debían estar en la estación, sin ser concientes de lo que pasó cada quien siguió su camino, incluido el infartado dominicano que ahora se persignaba con devoción.

Lo comprobó de nuevo, se sentó en una banca frustrado y con rabia, un año más de evidencia, igual prometió intentarlo el año siguiente, era un hecho que en este siglo sólo a los gringos los secuestran los extraterrestres y sólo a los latinoamericanos se les aparece el diablo, quizás sean los únicos que aún no han vendido explícitamente su alma y por ello todavía la celan y la conservan. Despertó en algún lugar Caribe, donde se sentía a gusto, se preocupo por encontrar su sombrero y buscó adormilado donde lavarse las manos para quitarse el olor a azufre... que consideraba cliché.