Los buses siempre llaman mi atención, por lo impersonal del trato, la pluralidad de personajes que entran en contacto estrecho al interior de ese casquete de metal, por esa atmósfera sórdida y desatenta. El más curioso en el que he montado no lo recuerdo propiamente por sus adornos cursis e imágenes religiosas, sino por ese bao tan tibio. Tenía que hacer varias diligencias en la tarde, soborné a un amigo con una invitación a un café si me acompañaba, no era mucho, ni tan lejos, por lo que aceptó sin regatear. A unas cuadras de mi apartamento estiré la mano como se usa para indicarle al obeso conductor del bus que preferiría montarme allí que seguir caminando. Era de esos buses pequeños, de no mas de 24 puestos, donde de estar parado la cabeza se inclina un poco para caber completamente, así mi estatura sea incluso menor a la del promedio. Antes de pagar sentí el calor, ya la máquina estaba en marcha y mi amigo y yo con la cabeza ladeada buscábamos equilibrio en nuestros pies. Nadie adentro se movía, lo que me asustó, el reloj rondaba las 4 pero los 2 niños, de tal vez 8 y 6, sentados en las piernas de sus madres estaban desnucados por el sueño. Un ronquido cual espasmo me forzó a mirar a la esquina donde un tipo de bigote aplastaba su cara contra la ventana. Dudé en afirmarlo, pero la tibieza del ambiente no se podía ocultar, mire uno a uno a los pasajeros y sus formas de dormir. Todos entregados al sueño, todos en movimiento sin estarlo, todos aportando boca abierta a esa atmósfera enrarecida. Los únicos despiertos éramos mi amigo y yo, para nuestra calma también el chofer del bus. Nos bajamos pronto en nuestro destino antes que se nos pegara el sueño del ambiente. Tal vez por lo extraño y confuso de lo ocurrido guardamos silencio por los minutos que siguieron. Éste se rompió con una carcajada cuadras despues, con la que comprobé que no estaba loco ni que lo había imaginado, pero todo fue tan absurdo que la única explicación coherente parecía ser, luego de discutirlo, que Morfeo decidió tomar el transporte público para llegar a su casa, que no respondía propiamente al por qué de la hora, o por qué en Bogotá, y dejaba el vacío de no haber visto la bolsa de arena en el piso del bus, pero igual agradezco que dejara despierto al chofer, pues no estaría contando esto en una sola pieza… a no ser, que el mismo Morfeo fuera quien estuviera manejando esa tarde.
2 comentarios:
Me queda la duda d a dónde iría tanta gente con tanto sueño? O de dónde vendrían?
o quizas... y sin darse cuenta.. no era morfeo... era la muerte la que manejaba y no eran sueños sino eternidades.... probablemente ella (la muerte) y uds sabían que no era la última parada... pues la ruta es hasta el hades... y uds bajaron antes... un abrazo
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