22.2.07

El desusado arte de...

Me sorprendió oir, que una amiga señalara que vitrinear se constituía como su mas grande afición, pues me impactó saber que alguien en estos tiempos disfrutara del desusado arte de montar 2 trineos al mismo tiempo.

19.2.07

Ah! ¡Maldito Duende del demonio!

Todo comenzó con… no, esperen, esto no es tan simple… Digamos que era un cerdo, aunque no realmente, más bien vivía en el cerdo… Bueno, opino que es mas fácil aceptar que era un Duende. Cosas extrañas pasan en nuestra vida cotidiana que llegan a ser mas extraordinarias que cualquier puntito con vocación de OVNI en un canal amarillista. En mi casa estoy seguro que había aun duende. Nunca lo vi, es cierto, ni quise imaginármelo; pero su habilidad para esconder (y aparecer) cosas nunca dejará de sorprenderme. Si mis neuronas no me engañan supe de él por mi hermana. Pues, un día haciendo una maqueta, Juan, mi hermano mayor, le ayudó a desbaratar, armar y desarmar el apartamento entero buscando un pequeño pedazo de cartón, que luego de la exhaustiva búsqueda resulto ser que había estado en el punto exacto donde había faltado en principio… sobre la maqueta. Todo este tiempo, pensaría cualquiera, pero no hay duda que fue el Duende. No solo esconder zapatos y monedas era su hobbie, tal vez era su trabajo, y claro, devolvía las cosas solo si se le pedían amablemente. De un viaje a la casa cruzado con un paseo de domingo a Girón, mi hermana, en esas tiendas-cuchitriles de souvenirs transgresores a la vista por su explosión de colores, compró una alcancía de barro en forma de cerdo, inmunda de eso no hay duda, pero con una sonrisa explicó que sería perfecta para el Duende… (¡¿Ah?!) De vuelta al apartamento decoraron el cerdo, pinturas incluidas y pues claro, lo hicieron cumplir su misión como alcancía con las nuevas y circulantes monedas de mil pesos, tiempos aquellos. Todo el esfuerzo entorno al ahorro programado naciente por motivo del cerdo llevo a que el Duende continuara a gusto en el apartamento, paseándose, mas que todo ahora apareciendo cosas mas que escondiéndolas, pues como en cualquier cuento de hadas tenía una casa. La cual para ser sinceros duró poco, la inutilidad de las monedas de mil fue evidente poco tiempo después y se consumó como deleite de paladar en algún restaurante, después de, por ser un objeto de úsese y deséchese, partir el cerdo para sacarle las monedas. Cuando llegué a vivir al apartamento con mis hermanos ya habían pasado casi 2 años desde la ida del cerdo… pues con él se fue el duende. Aunque, hace unas semanas la repisa de mis libros se cayó sobre mi cabeza, mientras organizaba otra vez tanto papel empastado, cada vez que salía del cuarto juraría que los cerros de títulos cambiaban de puesto o por algún motivo no explicado terminaron 3 de Stephen King debajo de mi cama como asustados, lo culpé todo a mi mala memoria, lejos de pensar que él había vuelto. Esta mañana, m i hermana se levantó y el arete que había perdido la tarde anterior estaba colgado al cuello del caballito de madera en su mesa de noche. Con una sonrisa y medio saltando en medio del desayuno le contó a mi hermano que el Duende había vuelto. Sabes que lo pensé, le dijo mi hermano, ayer revolucioné el apartamento buscando una hoja que necesitaba urgente y solo hasta calmarme la encontré dentro de una revista. Al oír esto, me levanté de mi cama, aun con sueño y no de manera tan ágil, llegué a contarles mi episodio de los libros agregando, Yo pensé ¡Ah! ¡Maldito Duende del demonio!, ¡No le digas eso!, me cortó tajante mi hermana, no le gusta que lo insulten.