6.11.06

El Tres (1 de 2)

"No es que tenga miedo de morirme. Es tan solo que no quiero estar allí cuando suceda"
-Woody Allen

En tiempos donde el papel escasea, me sorprendió mucho ver que deslizaban una parca invitación bajo mi puerta. Lujo ostentado por pocos estos días, mi sorpresa se agrandó al detallar en el pequeño rectángulo negro que ahora se posaba en mi mano, con sombría caligrafía plateada escrito “El Tres, lo invita a La Celebración, 9 de Agosto de 2083” una dirección a las afueras de la ciudad indicada por algún kilometraje hito y en la esquina inferior derecha “Traje; ConBata Negra R. S. V. P”. Excéntrico como siempre, quien sabe que se le ocurriría al Tres, cogí el teléfono y llamé al número indicado en la tarjetita, a la respuesta de una voz muy respetuosa y fina confirmé mi asistencia y pregunté por la equivocación ortográfica al querer significar que todos debíamos contar con traje de gala… para mi sorpresa la voz al otro lado de la línea me recalcó que la ocasión ameritaba asistir “Con Bata Negra”.

Una curiosidad infinita como de encontrarle usos insospechados a una navaja de bolsillo me acorraló, el Tres nunca fue muy callado, no recuerdo su nombre real, pues era de esos personajes que su apodo se convirtió en nombre y por los años de desuso ya ni su madre lo recordaba, aunque eso si, su insaciable sentido del humor e irreverencia absoluta al planear eventos le infringió cierto prestigio. Todo asunto que armara contaba con mil intrincados planes que convertían a cualquier reunión casual de chimenea en un circo de tres pistas, que andaría planeando el tal Tres. Me contacté con un viejo amigo de colegio, de quien yo tenía certeza había recibido también la extraña invitación, acordó pasar por mi a la víspera de La Celebración.

La noche del 9 desempolvé mis zapatos un poco raídos y me encinté la bata negra que había conseguido esa mañana en un mercado de las pulgas… animales que no escaseaban en ella, pero igual no podía aspirar a mas, salí de mi pequeño apartamento y ya camino al evento entré en una conversación casual de amigos que años de vivencias diferentes los distancian pero que encuentran puntos de quiebre comunes que llevaban siempre a preguntarnos una y otra vez que rayos se proponía el Tres. Un portón forjado inmenso nos recibió entreabierto, el descuido de los jardines que rodeaban la casa postrada en un pequeño cerro le daba a todo un aspecto sombrío, 4 carros más se parqueaban enfrente, solo la luz de una pequeña ventanita en la planta baja de la casa mostraba señales de vida y la puerta principal se encontraba abierta. A oscuras, nos esperaba el que yo supuse era el mayordomo, su bata era negra tan pulcra que podría asegurar reluciente. Sin dejarme detallar los lujos de la construcción victoriana, el callado mayordomo nos condujo a la cava. Una lamparita de aceite señalaba el final del camino y sentí un aire enrarecido que indicaba cuan mal debía parecerme estaba esta situación, hoy intento recordarlo asi. En el interior, una mesa pesada con 13 puestos y 9 comensales esperaban a media luz. Ya en nuestro lugar, un portazo, pasos, polvo por doquier, un súbito movimiento en la cabeza de la mesa y allí estaba, El Tres.

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