"...darle por nombre Cassanova a un personaje, ahorra muchas explicaciones."
Adolfo Bioy Casares
Yo creí que era solo un país- le dije mientras me llevaba manejando a su casa- es más como el otro mundo – respondió conservando el carril izquierdo - ¿cómo la muerte? – reclamé, me miró con algo de picardía... y suavizando su expresión preguntó - ¿siempre te pegas tanto a las letras? – No lo puedo controlar – respondí.
Odio volar, desde que era niño, prefiero la incomodidad de los buses a la rapidez de los aviones; pero de excepciones se trasnocha la conciencia así lo que hagamos sea inevitable. Sentado en el puesto 13D la vi, cualquiera mataría, con una azafata así de linda podía haber problemas, dio las instrucciones de seguridad, me sonrío y siguió con su trabajo, cualquiera que éste fuera. Pasada la primera hora del viaje trasatlántico que ya no podíamos detener, sirvieron las primeras bebidas, pedí un vaso con agua y ella en su uniforme y delantal oscuro lo sirvió amablemente, no pude evitar seguirla cual animal hambriento clavando la mirada en ella hasta que atendió a los de la fila 22, más de eso habría sido enfermo. Me recliné para dormir, de cuando en cuando abriendo un poco el ojo izquierdo para vigilar el pasillo. Me despertó un, ¿Quisiera algo más?, salté volviendo a la realidad y la vi retirando el tercer vaso de agua vacío de mi bandejita -Si, - respondí - tu nombre...- se sonrojó y dijo- Alicia, y te traigo otro vaso de agua enseguida- quedé perplejo, pero no me importó.
En la última curva ya quería llegar a descansar, parqueó el carro en el anden de enfrente y me invitó a seguir, me ofreció algo de tomar - ni un vaso de agua más Alicia, por favor- dije sin pensar, se rió de esa forma tan suya y tierna que me empezaba a volver loco. Ya en la sala me concentré en el reloj de pared que giraba en sentido contrario, aunque sus números estaban organizados de modo que funcionara, nunca me acostumbraría. De mi oriente llegaba el atardecer y nos sentamos en la mesita del patio que estaba rodeada de hojas secas. - Y entonces... – comencé a preguntar de nuevo, - ¿las botellas - enfatizando con una mueca apretando la lengua con los dientes - se destapan en la dirección de las manecilla de ese reloj? - se demoró en responder, pero conservando un tono burlón dijo - ¿vas a dejar de preguntar bobadas?, primero acéptalo, no es tan grave, – tomó un sorbo de jugo como pausa –decide no volver y listo, es cosa de costumbre.
La sobredosis de agua hizo efecto, cuando me dirigía al diminuto baño del avión Alicia me bloqueó el paso – Si señor- dijo sin que yo preguntara nada – en el baño del Otro lado del avión- la miré confundido, sólo para que terminara diciendo – lo que busca está en la esquina del espejo.- y se fue a atender a una señora de la fila 17. Me encaminé al baño mas alejado de mi puesto como ordenó. Ya libre de cargas, interactuando con el lavamanos comencé a leer todos los letreritos de información que ese reducido espacio proporcionaba, pise allí para el agua, no arroje desechos, prohibidísisisísimo fumar, siga el conejo blanco… lo leí varias veces para confirmarlo, siga el conejo blanco, me sequé las manos y me miré en el espejo, en la esquina derecha había un sticker trajinado del logo de Playboy, al no creer en la coincidencia puse mi mano sobre el espejo y lo sentí líquido, lo atravesé por completo sin dudar y quedé frente a una pantallita que proyectaba el supuesto reflejo del baño del avión en una bodega estrecha. Salí para reencontrarme dentro del avión, de la bodega salieron 2 personas mas en lo que quedó del viaje, una de ellas fue Alicia. Sonrió un poco, se acercó al puesto 13D y prometió explicaciones en el camino.
Fue a la cocina por mas jugo, le pedí que me dejara hacerle tan sólo una pregunta mas – Pero… - seleccioné mis palabra con cuidado – intenté muchas veces atravesar el espejo de mi cuarto… – puso atención mientras servia los vasos atenta de no regar nada – entonces ¿por qué nunca había llegado hasta aquí? – tenía un tono de melancolía en el fondo, infinidad de intentos perdidos para escapar del cuarto en mi niñez – sencillo –respondió como aliviada – no todos los espejos son portales… digamos que ya no quedan tantos, los primeros casi siempre lo eran, los que quedan tienen la pantalla que viste y la cámara, para evitar que alguien cruce por error – quedaba sólo la luz de un farol en medio del patio, la luz daba una sombra que hacía pensar que estábamos muy cerca - ¿y yo no crucé por error? – indagué confundido - habías dicho que la de los espejos era la última – respondió, frunció el ceño y con una mueca dijo - ¿te quedas o no? – sonreí mirando el fondo del vaso, suspiré sin esperanza y concluí – como lo veo, me tocará aprender a leer al revés entonces… - miró de reojo para decir – siempre pegado a las letras – apretó los labios y estalló en una carcajada, riéndose de esa forma tan suya y tierna que me empezaba a volver loco, caminó hacia la sala y me invitó a seguir, ya empezaba a hacer frío en el patio y adentro de la casa quedaba un poco de calidez.
Odio volar, desde que era niño, prefiero la incomodidad de los buses a la rapidez de los aviones; pero de excepciones se trasnocha la conciencia así lo que hagamos sea inevitable. Sentado en el puesto 13D la vi, cualquiera mataría, con una azafata así de linda podía haber problemas, dio las instrucciones de seguridad, me sonrío y siguió con su trabajo, cualquiera que éste fuera. Pasada la primera hora del viaje trasatlántico que ya no podíamos detener, sirvieron las primeras bebidas, pedí un vaso con agua y ella en su uniforme y delantal oscuro lo sirvió amablemente, no pude evitar seguirla cual animal hambriento clavando la mirada en ella hasta que atendió a los de la fila 22, más de eso habría sido enfermo. Me recliné para dormir, de cuando en cuando abriendo un poco el ojo izquierdo para vigilar el pasillo. Me despertó un, ¿Quisiera algo más?, salté volviendo a la realidad y la vi retirando el tercer vaso de agua vacío de mi bandejita -Si, - respondí - tu nombre...- se sonrojó y dijo- Alicia, y te traigo otro vaso de agua enseguida- quedé perplejo, pero no me importó.
En la última curva ya quería llegar a descansar, parqueó el carro en el anden de enfrente y me invitó a seguir, me ofreció algo de tomar - ni un vaso de agua más Alicia, por favor- dije sin pensar, se rió de esa forma tan suya y tierna que me empezaba a volver loco. Ya en la sala me concentré en el reloj de pared que giraba en sentido contrario, aunque sus números estaban organizados de modo que funcionara, nunca me acostumbraría. De mi oriente llegaba el atardecer y nos sentamos en la mesita del patio que estaba rodeada de hojas secas. - Y entonces... – comencé a preguntar de nuevo, - ¿las botellas - enfatizando con una mueca apretando la lengua con los dientes - se destapan en la dirección de las manecilla de ese reloj? - se demoró en responder, pero conservando un tono burlón dijo - ¿vas a dejar de preguntar bobadas?, primero acéptalo, no es tan grave, – tomó un sorbo de jugo como pausa –decide no volver y listo, es cosa de costumbre.
La sobredosis de agua hizo efecto, cuando me dirigía al diminuto baño del avión Alicia me bloqueó el paso – Si señor- dijo sin que yo preguntara nada – en el baño del Otro lado del avión- la miré confundido, sólo para que terminara diciendo – lo que busca está en la esquina del espejo.- y se fue a atender a una señora de la fila 17. Me encaminé al baño mas alejado de mi puesto como ordenó. Ya libre de cargas, interactuando con el lavamanos comencé a leer todos los letreritos de información que ese reducido espacio proporcionaba, pise allí para el agua, no arroje desechos, prohibidísisisísimo fumar, siga el conejo blanco… lo leí varias veces para confirmarlo, siga el conejo blanco, me sequé las manos y me miré en el espejo, en la esquina derecha había un sticker trajinado del logo de Playboy, al no creer en la coincidencia puse mi mano sobre el espejo y lo sentí líquido, lo atravesé por completo sin dudar y quedé frente a una pantallita que proyectaba el supuesto reflejo del baño del avión en una bodega estrecha. Salí para reencontrarme dentro del avión, de la bodega salieron 2 personas mas en lo que quedó del viaje, una de ellas fue Alicia. Sonrió un poco, se acercó al puesto 13D y prometió explicaciones en el camino.
Fue a la cocina por mas jugo, le pedí que me dejara hacerle tan sólo una pregunta mas – Pero… - seleccioné mis palabra con cuidado – intenté muchas veces atravesar el espejo de mi cuarto… – puso atención mientras servia los vasos atenta de no regar nada – entonces ¿por qué nunca había llegado hasta aquí? – tenía un tono de melancolía en el fondo, infinidad de intentos perdidos para escapar del cuarto en mi niñez – sencillo –respondió como aliviada – no todos los espejos son portales… digamos que ya no quedan tantos, los primeros casi siempre lo eran, los que quedan tienen la pantalla que viste y la cámara, para evitar que alguien cruce por error – quedaba sólo la luz de un farol en medio del patio, la luz daba una sombra que hacía pensar que estábamos muy cerca - ¿y yo no crucé por error? – indagué confundido - habías dicho que la de los espejos era la última – respondió, frunció el ceño y con una mueca dijo - ¿te quedas o no? – sonreí mirando el fondo del vaso, suspiré sin esperanza y concluí – como lo veo, me tocará aprender a leer al revés entonces… - miró de reojo para decir – siempre pegado a las letras – apretó los labios y estalló en una carcajada, riéndose de esa forma tan suya y tierna que me empezaba a volver loco, caminó hacia la sala y me invitó a seguir, ya empezaba a hacer frío en el patio y adentro de la casa quedaba un poco de calidez.